Autonomía o asistencia del Padre

Autonomía o asistencia del Padre


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La comprensión unitotal de algo se da siempre en forma paulatina y, por lo general, no da saltos abruptos.

Por ejemplo, hace bastante tiempo yo había llegado a la comprensión de que hay cosas que no se le deben preguntar al Padre por la simple y sencilla razón de que resultan evidentes, de que uno sabe qué es lo que debe hacer.

Por ejemplo, no le preguntamos a nuestro Ser si debemos desayunar. Sería ridículo ¿verdad? En esa tónica podríamos preguntarle a nuestro Ser hasta la saciedad y muy probablemente nunca nos respondería, y finalmente moriríamos de hambre.

¿Podríamos culpar a nuestro Ser por ello? En Absoluto. Y no podríamos culparlo por la sencilla razón de que debemos despertar conciencia y convertirnos en ciudadanos conscientes del cosmos.

Esto, en un punto avala la tesis de que hay cosas que no se le deben preguntar al Ser y que se debe ganar en autonomía.

A esta comprensión había llegado hace bastante tiempo y, en efecto, dejé de preguntar al Ser. Pero entonces algo comenzó a suceder: Dejé de recibir asistencia del Ser y cualquier tipo de indicación astral pasó a ser, de baja a inexistente.

Bueno, total no me pareció grave y así continúe.

Esto no significa que el Padre me hubiera abandonado en mis cosas del mundo físico y así lo pude evidenciar hasta la saciedad (el Padre nunca nos abandona) cuando, de la nada, me salvó de algo que hubiera sido virtualmente una quiebra económica y, cuando de la nada, puso en mi camino a una mujer que me hizo re-descubrir la enseñanza y llegar a nuevas comprensiones.

Sin embargo, la no asistencia del Padre comenzó a doler, y dolía mucho.

Y pasé mucho tiempo sufriendo y buscando la razón por la cual no recibía ninguna asistencia. Y así transcurrió el tiempo hasta que un buen día, hace poco, llegué a una nueva comprensión: Debemos ganar en autonomía, pero eso es en un tiempo futuro, probablemente cuando nos hayamos auto-realizado, cuando hayamos hecho la obra del Padre, cuando nos hayamos fusionado con el Padre. Mientras tanto, no hay duda que debemos clamar su ayuda a cada instante, que debemos recibir su consejo.

Así como venía haciendo, me parecía a un niño de dos años que le dice a su Padre: bien, ya no te necesito, soy muy independiente y capaz de tomar decisiones por mi propia cuenta.

Entonces el Padre lo permite para que ese hijo, para que ese niñito experimente y aprenda y algún día, entre en razón.

Y eso somos todos, unos niñitos que no comprendemos casi la totalidad de las cosas de la vida y por eso debemos suplicar siempre al Padre y atender sus indicaciones.

Incluso, en el mundo físico, así seamos las personas más longevas del mundo, siempre viene bien el consejo de nuestro padre y nuestra madre, de modo que ¿cuánto más no deberemos atender el consejo de nuestro Padre y de nuestra Madre interior? Debemos pegarnos a ellos a cada instante y realizar sus indicaciones.

Esto, por supuesto, no quita el hecho de que hay cosas que no preguntaremos al Padre y sobre las cuales, sabemos lo que debemos hacer. Inclusive, hasta podemos afirmar que todos nosotros sabemos cuál es la voluntad del Padre (al menos a grandes rasgos).

Muchas veces uno se dice para sus adentros, o mejor, un yo psicológico nos dice: «Si yo supiera cuál es la voluntad del Padre, la haría«, «si el Padre se me apareciera y me indicara en forma expresa lo que tengo que hacer en mi vida, lo haría«.

Pues bien, resulta que nosotros (al menos los que hemos accedido a la enseñanza) sí sabemos cuál es la voluntad del Padre, al menos, lo más importante, lo más esencial.

La voluntad del Padre es que eliminemos nuestros agregados psicológicos, que logremos el nacimiento segundo mediante la práctica del suprasexo y que llevemos la enseñanza a la humanidad (por si alguien deseara aceptarla).

Esto es básico y no necesitamos preguntar al Padre si debemos hacerlo. Sin embargo, lo que si podemos y debemos preguntar es cómo vamos, si tal pareja nos conviene y podemos trabajar con ella. Cualquier duda que surja en ese proceso, cualquier circunstancia; pues más vale pedir el consejo al Padre y obedecer, que hacer nuestra propia voluntad y pagar con dolor.

Yo no digo que haberme comportado en forma autónoma no me hubiera servido y que haber sufrido no me hubiera servido, porque de otro modo no hubiera llegado a la comprensión que ahora comparto con ustedes, pero si hubiera hecho la voluntad del Padre, si no hubiera desdeñado el consejo del Padre me hubiera ahorrado dolor.

Es algo por lo que todos pasamos, es algo por lo que todos debemos pasar pues no podríamos aprender que el fuego quema si no metemos nuestras manos en el fuego. Sin embargo, si esta reflexión te sirve para, eventualmente, trascender ese estado (o no caer en él) y llegar a una nueva comprensión en tu vida, habrá valido la pena hacerla.

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