El verdadero significado de la Navidad

El verdadero significado de la Navidad


La Navidad es el acontecimiento más extraordinario que le pueda suceder a un ser humano, el más feliz, el más inefable.
La palabra Navidad proviene del latín nativitas y, en estricto sentido, es una variación de la palabra Natividad, que significa «nacimiento».
Así las cosas, cuando una persona le dice a otra: Feliz Navidad, realmente le está diciendo: Feliz nacimiento. Pero ¿feliz nacimiento de quién? En la Navidad se celebra el nacimiento del Cristo e, inclusive, hasta no hace mucho era frecuente oír la expresión: Que el niño Jesús nazca en tu corazón. A lo que la otra persona respondía: Y en tu corazón también.
Así mismo, en una de las canciones navideñas es posible escuchar:

Ven, ven, ven,
ven a nuestras almas, Jesús, ven, ven.
Ven a nuestras almas Jesús,
Ven a nuestras almas.
No tardes tardes, Jesús, ven, ven.

De este modo, cuando una persona le dice a otra: Feliz Navidad, le está diciendo, palabras más, palabras menos: Que tengas un feliz nacimiento del Cristo en tu corazón.
Esto, por supuesto, tiene profundas implicaciones que el mundo ha olvidado y que encierra uno de los más grandes misterios, pero que la tradición hermética ha conservado.
Dicho misterio es la posibilidad de que el Cristo nazca en nuestro corazón.
De nada vale que el Cristo nazca miles de veces en el portal de Belén, si no nace en nuestro corazón también.
Cuando una persona le dice a otra, feliz Navidad, implícitamente -por todo lo que hemos visto- está reconociendo que existe la posibilidad que el Cristo nazca en el corazón de esa persona.
El cómo podría nacer es otro asunto de diligente estudio. Pero recordemos que nacer es un problema sexual, que Cristo nace entre la santa fecundación acaecida entre un hombre y una mujer, entre María y San José. Recordemos que el Cristo nace de la materia(1) virgen. Recordemos que el mismo Jesucristo nos indica que es necesario que nazcamos de nuevo; que el mismo Jesucristo nos dice que podemos hacer cosas más grandes de las que él hizo; y que el mismo apóstol Pablo nos indica que la meta es que lleguemos a la estatura de la plenitud de Cristo, a un varón perfecto. Dicho de otra forma, que nosotros también podemos convertirnos en Cristos.
Ese es el gran misterio, el gran mensaje inmortal y sublime de la Navidad que el mundo ha convertido en mercadería y prostitución.

La Navidad que el mundo externo celebra no debería ser motivo de fiesta, sino de profundo sentimiento de pesar y de llanto, pues el abismo que hay entre nosotros y el advenimiento de Cristo es tan grande que no hay esperanzas de salvación(2). El 24 de diciembre es cuando el mundo menos se acuerda de que existe una posibilidad para que el Cristo nazca en nuestro corazón; el 24 de diciembre es cuando más el mundo pisotea el Cristo, cuando más lo escupe, cuando más lo traiciona, cuando más se olvida de su salvador,  o mejor, de lo que podría ser su salvación.

Que Cristo nazca en nuestro corazón debería ser el propósito inalienable, inextinguible de todo ser humano, pues sólo él, el Cristo, es nuestro salvador interior profundo y, mientras no nazca en nuestro corazón, podremos vivir muchos 24 de diciembre, podremos encender millones de luces navideñas, pero estaremos perdidos en el fondo, sin esperanza, sin encender la luz interior, sin haber hecho nacer a nuestro salvador, a la luz del mundo, a aquello que es, que ha sido y que será. Feliz Navidad.

1. La palabra materia (mater-ea) procede del latín mater, que significa «madre».
2. No que no las haya, sino que son muy mínimas, casi inexistentes.

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